En el corazón palpitante del Trópico de Cochabamba, donde las montañas guardan secretos de luchas y victorias, se congregó el sector más leal del Movimiento al Socialismo (MAS), aquel que no deja de mirar hacia Evo Morales como figura omnipresente. El encuentro, que duró cinco horas de discursos encendidos y acuerdos cerrados, tuvo un propósito explícito: reafirmar que Morales puede y debe ser candidato en 2025, a pesar de las restricciones y las sombras de los procesos judiciales que lo rodean.
Foto de Opinion Bolivia
El documento que ratifica a Morales
El plenario, celebrado en un contexto de bloqueos prolongados en Cochabamba —que paralizaron el transporte y golpearon los bolsillos con la subida de precios de productos básicos como la carne— culminó con un documento categórico. La conclusión: Evo Morales tiene derecho a presentarse como candidato, pues los magistrados que se opusieron a su postulación operan con mandatos extendidos y, por ende, cuestionables.
Los bloqueos, que interrumpieron la normalidad durante tres semanas, también se dejaron sentir en las estaciones de servicio, donde la falta de combustible empezó a resquebrajar la rutina de un país acostumbrado a lidiar con escaseces. Estos movimientos tácticos del "evismo" marcaron un punto de inflexión en la pugna que enfrenta a Evo no solo con la oposición política, sino con el propio gobierno que ayudó a instalar, liderado por Luis Arce.
Cinco años desde el golpe: una memoria persistente
La fecha no es casualidad. El plenario coincidió con el quinto aniversario del golpe de 2019, un episodio que cambió el curso de la historia reciente de Bolivia y cuyo eco aún retumba en las plazas y avenidas de La Paz y Santa Cruz. Morales, quien había gobernado desde 2006 hasta 2019, nunca dejó de ver esos eventos como un capítulo oscuro, nacido, como él mismo admitió, de su empeño en buscar un cuarto mandato pese a que un plebiscito había marcado un "no" rotundo a sus aspiraciones.
El 2019 trajo consigo la ruptura: la salida de Morales al exilio y la toma del poder por un interinato que, con la figura de Jeanine Áñez a la cabeza, fue catalogado por sus críticos como un gobierno de facto. La detención de Áñez y de figuras como Fernando Camacho, líderes de aquel levantamiento, sigue siendo un recordatorio de lo frágil que puede ser la línea entre el poder y el abismo.
Las huellas de un legado y las intenciones de regreso
En cada rincón de la región cochabambina, los carteles de "Evo vuelve" y las banderas multicolores ondean al viento como si fueran ecos del pasado que buscan renacer. Los tiempos de Morales en la presidencia son recordados por la nacionalización de los hidrocarburos y la mejora en ciertos indicadores de desarrollo que, para muchos, representaron una década de avances económicos y sociales sin precedentes. Pero esos recuerdos también están teñidos por la insistencia de Morales en mantenerse al mando, pese a los límites impuestos por la voluntad popular.
El "evismo", más que una facción, es una corriente que respira con vida propia y se niega a claudicar. Ahora, con un proceso judicial sobre trata de personas pendiendo sobre la figura de Morales, la lucha por su retorno se convierte en un espectáculo que mezcla el desafío político con el drama personal.
Luis Arce y un mandato cercado por crisis y presiones
Luis Arce, economista y tecnócrata que llevó al MAS nuevamente al poder, encuentra en Morales un oponente que socava su autoridad desde las mismas raíces que lo sostienen. Mientras Evo mantiene vivo su deseo de volver al Palacio Quemado, Arce lidia con una economía estrangulada por la falta de dólares y una balanza comercial debilitada por la disminución de las exportaciones de gas, uno de los pilares de la economía boliviana.
La escasez de combustibles y el aumento de los precios han generado un clima de insatisfacción creciente. La sombra de Morales, que se proyecta amenazante sobre la estabilidad de Arce, tensa aún más el panorama. En esta disputa, los ideales del MAS parecen haberse fracturado entre la lealtad a un líder histórico y la necesidad de consolidar un nuevo rumbo.
La derecha, entre el pasado y el vacío de liderazgo
En un país donde las ideologías se entrelazan con la tierra y el polvo de las calles, la derecha boliviana continúa buscando un líder que logre capturar la atención de un electorado desencantado. Con el gobernador de Santa Cruz Fernando Camacho y Áñez encarcelados, y figuras como Tuto Quiroga y Carlos Mesa representando un pasado marcado por la privatización y la desigualdad, las opciones se ven deslucidas. Bolivia, que en 2025 celebrará elecciones presidenciales, enfrenta una derecha que no ha logrado articular un mensaje cohesionado ni una figura que aglutine el voto de oposición.
El desafío de la institucionalidad en un país polarizado
La perspectiva de un enfrentamiento electoral en 2025 encierra más que la elección de un presidente; es un examen a la fortaleza de la democracia boliviana. El país se enfrenta a un desafío que va más allá de la política cotidiana: mantener la institucionalidad intacta, evitar la violencia y garantizar unas elecciones que no pongan en riesgo el tejido democrático.
Morales, Arce, la oposición dividida y el propio país, todos juegan un papel en una obra cuyo desenlace es tan incierto como el porvenir de la región. Si algo queda claro en este plenario es que, más allá de las confrontaciones y los discursos encendidos, Bolivia continúa en la búsqueda de un camino que le permita navegar las aguas turbulentas del poder sin perder el rumbo de la estabilidad.
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